Nuestra maquinaria interna

Esta vez empezaré con un ejemplo:

Siento el deseo de comer chocolate. Lo taso con mi tabla de valores y veo que es opuesto a mi deseo de adelgazarme. Y bloqueo mi deseo. Sin embargo, mi deseo no desaparece y continua recordándome que me apetece comer chocolate. Me dedico, entonces,  a buscar alternativas (almacenadas en mi memoria, suma de mis experiencias) que sacien mi deseo de comer chocolate. Decido que es mejor comer una onza de cacao. Lo vuelvo a comparar con mi tabla de valores y, esta vez sí. La opción de comer cacao (que contiene menos grasas que el chocolate) es más saludable y menos calórica.

Este diálogo interno que hemos tenido con nosotros mismos es habitual. Cada toma de decisiones que llevamos a cabo nos plantea este dilema. Y lo tenemos tan automatizado que no somos conscientes del mismo.

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La maquinaria interna que nos facilita este diálogo es el cerebro. Cada uno de nosotros contamos con dos tipos de inteligencias y cada una de ellas con sus funciones correspondientes. Se trata de la inteligencia generadora y la inteligencia ejecutiva.

La inteligencia generadora es la parte inconsciente de nuestra inteligencia. Es aquella que, gracias a todas nuestras experiencias y acciones diarias, va acumulando esquemas de acción, conceptos, aprendizajes múltiples, creando una base sólida de imágenes, ideas, deseos. Por lo tanto, cuantas más experiencias vitales, conocimientos y hábitos tengamos más rica será la ‘base de datos’ de nuestra inteligencia generadora. No hay duda, entonces, que en ella juega un papel importante la memoria. Dicha memoria debe estar organizada y entrenada, no es anárquica ni casual.

La inteligencia ejecutiva va un nivel por encima de la generadora. Es la responsable de tomar decisiones, elegir las metas, dirigir la atención a aquello importante, gestionar las emociones, ayudar en la adquisición de hábitos. Es, en definitiva, la que genera movimiento.

En el momento en que se nos plantea una cuestión del estilo ‘tengo el deseo de comer chocolate’, nuestra inteligencia generadora se pone en marcha. La demanda pasa a la inteligencia ejecutiva que será la encargada de tomar la decisión. En este punto, tendremos tres posibilidades: inhibir el deseo, aceptarlo o generar alternativas (en base a la información acumulada en la inteligencia generadora).

Este esquema tan simple y tan usado por cada uno de nosotros, nos descubre el backstage  de la acción y la libertad de decidir en cada momento. Sin embargo, esto que resulta tan simple, requiere de una base de datos rica en experiencias, conocimientos y emociones, con el fin de tener un abanico mucho más amplio de posibles respuestas.

Conclusión: sed adictos a una vida activa, experencial, socialmente amplia, emocionalmente abundante.

 

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